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21 abril 2009

Bacterias contra el chapapote

CIUDADANOS


 08:09   
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Matilde (i), Susana (c) y Jennifer, investigadoras y trabajadoras de Bioiliberis, en las instalaciones de la firma. Juan Palma

Una empresa biotecnológica de Granada ofrece soluciones ecológicas para restaurar ecosistemas dañados por vertidos contaminantes. Microorganismos limpian y regeneran el suelo o las aguas.

EMILIO FUENTES. Las bacterias también pueden ser las mejores amigas del hombre, trabajar para él e, incluso, devolver la vida a un ecosistema que ha sufrido el azote de una catástrofe ecológica, tal y como ocurrió con el desastre del Prestige en Galicia. Matilde, Susana, Paloma, Guillermo y Jennifer pasan ocho horas al día rodeadas de ellas en las instalaciones de Bioiliberis Research and Development, S. L., una novedosa firma de base tecnológica ubicada en el BIC del Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud (PTS) y que, usando estos simples seres unicelulares, son capaces de crear productos que ayudan a la regeneración de espacios naturales contaminados por distintos agentes (incendios, aguas afectadas por vertidos de hidrocarburos, mareas negras, picifactorias,...). 

El concepto, bastante espectacular, no es del todo nuevo. En el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) llevan tiempo tratando este tema y, de hecho, la iniciativa es una ‘spin-off´, que parte de unos promotores que pertenecen al organismo. Lo interesante es que han conseguido llevar sus conocimientos al terreno de la empresa, generando un empleo con un altísimo grado de cualificación –la mayoría de los asalariados son doctores– y aportando un valor añadido a la oferta productiva de la provincia. 

Lo que pondría los pelos de punta a la mayoría de mortales es precisamente lo que apasiona a los integrantes de Bioiliberis. Matilde muestra el laboratorio en el que desarrollan los proyectos. Las bacterias, base de Rizogel e Hidrogenoclasta –dos de los productos que han salido de esta factoría– se cultivan a escasos metros de los ordenadores portátiles. Casi invisibles a simple vista, el ojo humano no percibe más que el denso líquido opaco donde se encuentran. Las profesionales hablan de sus propiedades y se manejan con soltura por las instalaciones. 

Matilde, después de un postdoctorado de dos años en Irlanda, asegura que es el trabajo de su vida. “Nunca hubiera imaginado que iba a poder investigar en la empresa privada en el campo de la Microbiología y encima en mi tierra, en Granada”, señala. Comenta que en España no existen muchas iniciativas como ésta y, en Andalucía, “aún menos”. 

No es extraño que se consideren unas afortunadas. Unas pequeñas macetas llaman poderosamente la atención al fondo de la sala donde se localizan los aparatos. Lo más curioso es la explicación de lo que ocurre en el interior de los tiestos, en el microcosmos que hace las veces de banco de pruebas de los avances que se producen en la fase de estudio. La tierra de las plantas está abarrotada de un agente contaminante denominado naftaleno. En unas se han depositado algunas de las bacterias antes citadas y en otras no. 

Las consecuencias se aprecian de manera clara en el diferente crecimiento de las mismas. Fuera tópicos. En Bioiliberis no es fácil encontrar un microscopio, algo que aparentemente choca con la idea de lo que cualquiera espera ver en un espacio en el que se trata con organismos de tan minúsculo tamaño. “Han pasado a la historia”, confirma Matilde, quien ofrece detalles del sistema de identificación genética que impera desde hace algún tiempo y que permite la distinción de seres de una forma sencilla y rápida. La metodología, con un fuerte componente de investigación y desarrollo, es compleja y conlleva, lógicamente, salidas al terreno, donde se efectúan ensayos prácticos que mostrarán si los resultados son los esperados o hay que corregir errores. 

Parte del equipo se encuentra en estos momentos en la provincia de Jaén. El proyecto que les ha llevado allí tiene que ver con el mercado de productos de apoyo al sector agrícola. El conocimiento es la clave, pero tampoco lo es todo. Los profesionales de Bioiliberis han de detectar una necesidad en el mercado. A partir de ahí se ponen a funcionar. Aprovechan su experiencia en este ámbito de la ciencia para idear una solución al problema planteado.

En el caso de los productos ya patentados quedaba claro que la sociedad no contaba con fórmulas eficaces y respetuosas con el medio –en este caso, tan naturales como el propio suelo y las plantas que lo habitan– para conseguir restaurar un área afectada por un vertido. El proceso de creación es complejo y conlleva muchas horas de estudio, ensayos, prácticas en laboratorio y, finalmente, labor de campo. Los microorganismos que componen el Rizogel eliminan los hidrocarburos del terreno apoyándose en las raíces de las plantas. 

Matilde explica la relación simbiótica que se establece entre estas bacterias y el vegetal, un contacto que fortalece a ambos y que permite a los cuerpos unicelulares descomponer los agentes que han degradado el suelo. El Hidrogenoclasta consigue un efecto similar en medios acuáticos y se puede usar en aguas saladas y dulces. Estos ingenios representan un importante avance en el ámbito de la restauración ambiental. Para los científicos, su aplicación no excluye el uso de medios mecánicos o manuales. Hasta el momento, han sido los únicos utilizados. 

Los productos biotecnológicos van más allá del simple lavado de cara y depuran completamente los perímetros dañados, dejándolos limpios de elementos químicos latentes que podrían permanecer ahí durante décadas. El equipo de esta empresa granadina colabora en un proyecto de la Unión Europea. También en otro participado por varias universidades y organismos públicos de investigación, como el propio CSIC. 

Según confirmaron los científicos, en uno de los apartados tratan fundamentalmente de indagar en las reacciones de determinados tipos de bacterias en un medio dominado por los hidrocarburos. “¿Por qué unas sobreviven y crecen y otras no?”, pregunta retóricamente Matilde. La respuesta les interesa más que a nadie. La explicación puede ser el punto de partida para la resolución de un nuevo problema.
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