Tomás Darío Gutiérrez, ha hecho un gran aporte como ambientalista al sacar adelante el ecoparque los Besotes, aquí con la ex ministra María Consuelo Araujo.
“De tantos aconteceres Se alimenta el alma mía Aun queda fresca la huella de un ayer Que tanto quería”. Gustavo Gutiérrez
Por Yanitza Fontalvo Díaz
Tomás Darío Gutiérrez me inspiró desde pequeña, me sorprendían sus intervenciones en los medios de comunicación cuando cada detalle lo convertía en una cátedra, su conversación una conferencia, y su conocimiento una puerta abierta para aquel que quisiera traspasarla, siempre supe que tener su cerebro era un prodigio, su figura singular me recordaba al Ecce Homo de los vallenatos, en pleno siglo XXI es un personaje casi mítico, flaco, desgarbado, con barbas irreverentemente pobladas, pero capaz de hablar con tanta pasión y propiedad de historia, música, medio ambiente, literatura y lo más insólito; de Dios, es lo que más admiro, defiende su fe cristiana en medio de tanto prejuicio que rodea el mundo intelectual. Por eso me inspiró.
Hace algunos años, cuando aun estudiaba en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Autónoma del Caribe, debía realizar una crónica sobre el río Guatapurí, debía entrevistar a Tomás Darío Gutiérrez y me desplacé con ese propósito, pero mi timidez me lo impidió, pensé que un hombre tan importante debía estar muy ocupado para darle entrevista a una estudiante como era mi caso; entonces me la inventé, me imaginé palabras un poeta como él diría, si yo lo hubiera entrevistado, “Si el Guatapurí se secara, también morirían los versos de una música cuya inspiración es su tierra, la nevada, sus raíces indígenas; no podría existir Valledupar sin su río, ni sin su folclor”.
Tiempo después me encontré con el profesor emocionado; me anunció que me recordaba por que era la mejor crónica que le había presentado una estudiante universitaria.
Cuando conocí a Tomás Darío personalmente, me desempeñaba como periodista en el periódico EL PILON, él era una entrevista obligada para quienes querían hablar del viejo Valledupar, de los carnavales de antaño, de las semanas santas en los tiempos que realmente lo eran, ¿porqué el cañahuate identifica esta tierra? o ¿Porqué el 6 de enero Valledupar celebra sus fiestas con los reyes magos? Yo era una curiosa y enamorada con nostalgia de la historia vallenata, apelaba innumerables veces a la memoria de Tomás Darío, quien se convirtió literalmente en mi libro de consultas para elaborar mis escritos.
“Yo soy la historia que no agoniza Como la flor de aquel cañahuate”.
Tomás Darío Gutiérrez nació en el año de 1953 en Becerril, hijo de Sixto Gutiérrez Daza y Marcela Hinojosa Orozco, desde muy niño se destacó por su acuciosidad en el Colegio Ateneo del Rosario donde realizó sus estudios de bachillerato, estudió derecho y se especializó en Penal en la Universidad Simón Bolívar, profesión que iba muy acorde con su facilidad de expresión, ganando rápidamente experiencia en esa área y en la administrativa, donde en lo público se desempeñó como Director Departamental de Turismo.
Ha dictado cátedra en diferentes universidades de Colombia y es reconocido como conferencista a nivel internacional.
Se casó y vive enamorado de la médica Maile Parodi, sus hijos: Tomás Darío, Yossama y Náimara, se constituyen en su más grande logro.
Es autor de la obra “Cultura Vallenata”: Origen, Teoría y Pruebas, que constituyó su consagración investigativa sobre la materia; su último libro: Valledupar, Música de una Historia, recorre las evidencias del pasado que han hecho de esta tierra la principal atracción en cualquier parte del mundo.
…”Yo fui el cantor de los cerros, del río y el sol, que dejé una nota alegre en cada ansiedad, y una melodía en las almas de mis amores”.
Ha dedicado parte de su vida a la organización del Festival de la Leyenda Vallenata, ocupando la mayoría de los cargos existentes en la Fundación, desde vocal, hasta vicepresidente, jurado, periodista; han sido reconocidas sus investigaciones sobre la proveniencia de los aires vallenatos y fue fundador y organizador del foro folclórico.
Sus canciones también han sido un bálsamo para los corazones enamorados, y los amigos desaparecidos, fue rey de la Canción Inédita Vallenata en 1980 con el tema Voz de Acordeones dedicada al desaparecido compositor Octavio Daza. Campana, fue otra de sus composiciones convertidas en clásica, interpretada por el Binomio de Oro.
Pero quizá su más grande aporte lo está realizando al medio ambiente, al sostener, pedir, luchar y trabajar incansablemente por el proyecto Ecoparque los Besotes; una reserva ecológica que contiene más de 280 especies de aves, 44 de mamíferos y una extensa muestra de árboles; un poco incrédula fui a conocerlo, tomamos la carretera de Valledupar vía a Patillal, por un tramo carreteable situado a 200 metros de la entrada del corregimiento de Los Corazones y 45 minutos después a pie, allí estaba la maravillosa obra, por su perfección sentimos que estábamos más cerca de Dios; mientras dos burros llevan la carga, llegamos casi a rastras, pero impresionados de ese pulmón natural que jamás creí, hubiera en el Cesar; en nuestros paseos de madrugadas vimos un espectáculo de cóndores de los andes, mariposas azules, hermosos colibrís, comadrejas, animales silvestre y hasta oímos el rugir de un tigre huraño.
Nos contó que en uno de sus recorridos, en un momento crítico de violencia, se encontró con un grupo subversivo que lo confundió con el Cura Pérez, líder guerrillero; lo retuvieron por varios días y cuando lo iban a matar, otro secuestrado dijo, “Ustedes están locos, van a matar a una eminencia”. Por eso se salvó.
A pesar de haber obtenido reconocimientos como la Orden de la Democracia del Congreso de la Republica, por sus logros intelectuales y un premio al mérito universitario de la universidad Simón Bolívar; no ha sido valorado el esfuerzo y por falta de apoyo a sus sueños se le ha cortado las alas.
Por estos días lo observé en la faceta que más me gusta; su búsqueda del conocimiento le han llevado a no dudar que Dios existe, por eso se encontraba en la iglesia, tenía los brazos levantados, oraba a Dios y a través de sus inseparables lentes pude ver su ceño fruncido, pedía al Todopoderoso para que abrazara sus grandes anhelos y bendijera a su tierra para que jamás sucediera el planteamiento de esa entrevista inventada, el río Guatapurí no debía morir jamás.
Entonces comprendí las palabras de Albert Einstein, “Un hombre es más grande cuando está de rodillas”.
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