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24 enero 2009

Minería en el Cesar: ¿la estocada final?


22/01/2009

Primero fue la fiebre algodonera. Demuestran investigaciones de Tomás Darío Gutiérrez, que a partir de los años cincuenta comenzó la hecatombe ambiental en el Cesar. En esa horrible noche, “se devastaron cerca de 150 mil hectáreas de bosques secos y selva húmeda tropical…El desastre fue total…El manejo de agroquímicos llegó a tal extremo que se utilizaron por mas de tres décadas, unas mil quinientas toneladas de pesticidas por año, lo suficiente para que hoy el Valle de Upar sea considerado el segundo desierto después de el de La Guajira, luego de ser el segundo valle más fértil después del Valle del Cauca”.

Luego vinieron los cultivos ilícitos, la marihuana, la coca y la amapola. La Sierra Nevada y la Serranía del Perijá, santuarios de diversidad de especies de flora y fauna, y principales fuentes abastecedoras de recursos hídricos de los departamentos del Cesar, La Guajira y el Magdalena, fueron víctimas inermes de la insaciable voracidad del narcotráfico. Sus cumbres, laderas y estribaciones se convirtieron en un terrible escenario de tala y deforestación indiscriminada. En las últimas dos décadas, otra amenaza se cierne sobre nuestro frágil sistema ecológico: la gran minería del carbón a cielo abierto que dentro de dos años abarcará una extensión territorial en el centro del Cesar, de mas de cien mil hectáreas y extraerá alrededor de 80 millones de toneladas de carbón por año. Precisamente, en la zona del Cesar donde el monocultivo del algodón tuvo menor influencia, esta nueva actividad, también puede dejar su impronta destructiva sobre el entorno.

La minería a cielo abierto tiene un impacto ambiental mucho mayor que la subterránea, dado que aumenta la producción de residuos (por cada tonelada de carbón extraído se retira un promedio de seis toneladas de estériles), altera la capa superficial natural, provocando un paisaje inerte; afecta los acuíferos y los cursos de agua próximos, poniendo en peligro la fauna y flora del lugar; arrastra partículas que contaminan y acidifican el agua destinada a la agricultura, erosiona y esteriliza las superficies de cultivo.

La proximidad de las minas a los núcleos de población produce también de manera indirecta problemas al medio ambiente, pues las excavaciones que ya carecen de cubierta vegetal, se convierten en vertederos urbanos. Además de su impacto ambiental, los problemas para la salud humana se incrementan: los gases, polvo en suspensión, ruidos y vibraciones de la maquinaria y explosiones pueden afectar a los habitantes próximos a estas minas, en forma de enfermedades respiratorias o del sistema nervioso. Hace poco, la empresa Drummond recibió la licencia ambiental del Ministerio del ramo para iniciar explotación en la zona de El Descanso; al respecto, escribe Tomás Darío, “este lugar fue el nicho de especies animales tan valiosas como el caimán, tortugas de río, la danta, el paujil de pico azul, la pava congona, el jaguar, el zaíno, el manao, el mono araña, el bocachico y muchos mas, fuera de centenares de especies florísticas de las cuales, estamos seguros, perecieron muchas antes de ser descubiertas por la ciencia”. La pregunta obvia a formularse es inquietante en extremo: ¿Constituye esa licencia, el acta de defunción anticipada para la fauna y flora que se ha salvado de la debacle? Ojalá no sea así.

Inquietudes parecidas surgen a propósito de la nueva licencia que la empresa Prodeco solicita para la desviación del río Calenturitas, receptor de los ríos Maracas y Tocuy. ¿Qué pasará con el sistema hídrico de la región, con los humedales y aguas subterráneas de su zona de influencia?, ¿cómo se afectan el río Cesar y el complejo cenagoso de Zapatosa?, ¿qué implicaciones tendrá sobre la flora y la fauna nativa? Son consideraciones que imprimen una vigencia inusitada a la iniciativa del gobierno Departamental de convocar una audiencia pública el próximo 30 de enero, donde empresa, gobierno, academia y comunidad expresen su punto de vista, porque la gran verdad es que la liquidación de unas “regalías” y la generación de empleo a cualquier precio no pueden ser los espejismos que nos conduzcan a legarle a las nuevas generaciones, el desierto del Cesar.

raubermar@yahoo.com

Raúl Bermúdez Márquez

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