Son abundantes los casos en los cuales los estudiantes y los movimientos estudiantiles han sido protagonistas de primera línea de la historia de la humanidad. Varios ejemplos así lo confirman.
La primera guerra mundial se inició a raíz del asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando en Sarajevo, a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip.
Más recientemente han sido los estudiantes los impulsores de marchas multitudinarias en España en protesta pacífica en contra del establecimiento político y en contra de las ineficaces políticas públicas para disminuir el fuerte desempleo que afecta al país ibérico, el cual tiene el dudoso honor de tener la cifra más alta de paro o desempleo en toda Europa. También fueron estudiantes quienes participaron activamente en las manifestaciones en contra de los regímenes autoritarios que lograron tumbar los gobiernos de Túnez y Egipto y contagiaron al resto de países árabes.
En Chile, jóvenes universitarios tienen en jaque al gobierno del presidente Sebastián Piñera y exigen una transformación del sistema educativo. Los estudiantes completan ya un mes de paralización y las manifestaciones más multitudinarias desde que Chile volvió a la democracia en 1990.
En contraste con dicha situación de activismo político, los estudiantes colombianos se encuentran sumidos en la más completa apatía. Pareciera que no les interesara ninguno de los múltiples problemas que enfrenta el país. No los mueve ni los conmueve nada. Tal vez, sólo los conciertos musicales. A los estudiantes colombianos no pareciera interesarles la lectura y están más interesados en perder el tiempo en temas banales en las redes sociales, pero cero interés demuestran por los temas públicos.
Pero no siempre ha sido así. Sólo basta recordar que la Constitución Política que ahora cumple 20 años fue producto de un innovador movimiento estudiantil, el de la 7ª papeleta, que –como su nombre lo indica– logró incluir una papeleta adicional –no convocada formalmente– en las elecciones de 1991 para que se convocara una Asamblea Constituyente.
Sin la participación decidida de ese grupo de estudiantes, podría afirmarse, sin ltemor a equivocarnos, que no hubiese sido posible la promulgación de una nueva Carta Política que tanto ha influido en la vida de los colombianos.
¡Qué contraste y qué diferencia entre esa generación de estudiantes y la generación actual: apática, indiferente y preocupantemente dormida! ¡Estudiantes despierten que se les pasa la vida!
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