J. S. - Madrid - 12/09/2008
El laboratorio de Jack Szostak, de la Facultad de Medicina de Harvard, ha dado un paso significativo hacia la creación de una forma de vida artificial, según ha anunciado en la Conferencia Internacional sobre el Origen de la Vida recién celebrada en Florencia. Szostak ha creado lo que llama una protocélula, una esfera microscópica con ciertos parecidos a las células vivas del mundo real.
La membrana de la protocélula está formada por ácidos grasos: moléculas largas (cadenas de 10 a 20 átomos de carbono) con una cabeza polar (eléctricamente cargada). Como cualquier otra grasa, esta molécula tiende a separarse del agua, con la excepción de la cabeza, que al ser polar es afín al agua.
Esta estructura ambivalente de los ácidos grasos provoca que, en un medio acuoso, se autoorganicen de la forma que evita al máximo los contactos entre las cadenas y el agua. Forman una doble fila, con las cadenas alineadas en paralelo y las cabezas apuntando hacia el agua [véase imagen]. La doble fila se curva espontáneamente hasta formar una esfera hueca.
Szostak ha comprobado que sus protocélulas pueden guardar moléculas de ADN, el soporte de la información genética. Y que incluso pueden aportar al ADN un entorno adecuado para su replicación. Craig Venter, el científico que desafió al proyecto genoma público, asegura que este mismo año tendrá lista una bacteria con el genoma mínimo necesario para sustentar la vida. Sus datos preliminares indican que bastará con menos de 300 genes, que Venter fabricará uno a uno en el laboratorio.
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