sta capacidad tan inquietante es nueva y ahora hay una carrera para saber cómo lo han logrado, para el caso en que otras bacterias que produzcan enfermedades en los seres humanos terminen por adquirir la misma capacidad.
Por otro lado este estudio explica por qué el suelo no contiene muchos antibióticos pese a que el ser humano se deshace de ellos continuamente, liberándolos al medio ambiente.
Según algunos expertos es una suerte que existan estas bacterias "comedoras de antibióticos", ya que eliminan del medio a estos poderosos fármacos que de otra manera podrían hacer más resistentes a los mismos a otras bacterias causantes de enfermedades y terminar siendo inútiles pronto. Al retirar este contaminante las bacterias perjudiciales no se adaptarían aún más rápidamente a ellos.
El estudio es liderado por George Church de Harvard Medical School. Se encontraron con este resultado por casualidad. La idea original era el desarrollo de biocombustibles a partir de desechos agrícolas. Las plantas contienen muchas toxinas y la meta era encontrar microorganismos que degradarán ciertos compuestos. Ya que el suelo contiene de forma natural restos vegetales, pensaron que los mejores candidatos se encontraría precisamente en la tierra que pisamos. Así que el equipo tomó muestras de suelo de 11 lugares diferentes en los estados de Massachusetts, Minnesota y Pennsylvania, tanto en parques públicos, como en bosques naturales o campos de cultivo fertilizados con estiércol.
Pensaron que la exposición a antibióticos de las bacterias candidatas seleccionaría a las más resistentes. Pero lo que descubrieron no sólo fue que había bacterias resistentes a los antibióticos, sino que algunas los metabolizaban. Es decir, se alimentaban de ellos.
Anteriormente se habían hallado bacterias en el suelo capaces de degradar antibióticos, pero no era muy sorprendente, ya que algunos antibióticos como la penicilina son naturales y ha dado tiempo a cierta coevolución entre bacterias y el hongo productor del antibiótico.
Pero la sorpresa en este caso es que algunas bacterias se alimentaban de hasta 18 tipos diferentes de antibióticos, incluyendo algunos artificiales como la gentamicina, vancomicina o Cipro, que están en la primera línea del tratamiento de infecciones en personas y animales.
Estas bacterias, que prefieren alimentarse de otras sustancias como los azúcares, son capaces de crecer en el laboratorio alimentadas sólo con antibióticos, aunque su crecimiento sea un poco más lento. Pueden metabolizar individualmente cada uno de los antibióticos probados, incluso a niveles de entre 50 y 100 veces superiores a los que se administra a los pacientes humanos.
La ventaja inicial es que estas bacterias del suelo no representan una especial amenaza para el ser humano y, de momento, ninguna bacteria patógena posee esta habilidad. La cuestión es saber si esta capacidad puede ser transferida a los patógenos humanos y que éstos se hagan resistentes a los antibióticos hasta el punto de prosperar en su presencia.
La meta ahora es identificar los genes que permiten esta capacidad y comprobar si ésta es susceptible de ser transferida, para así prevenir un eventual problema en el futuro.
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